Ante la convocatoria electoral del 28 de abril: ¡Ni un voto a los partidos de la burguesía, en ningún sitio!

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La gran cloaca

Desde 2015, una crisis política sin precedentes desde la muerte del dictador se desarrolla en el Estado Español.

En primer lugar, y como marco global, cada día continúan apareciendo nuevos escándalos que muestran la corrupción generalizada del aparato del Estado a manos, fundamentalmente, del PP. Si los papeles de Bárcenas mostraron un PP organizado de arriba abajo para el expolio de las finanzas públicas, las fracturas internas provocadas por los procesos judiciales abren grietas por donde se entrevén algunos elementos del funcionamiento de las cavernas del Estado (policía, CNI). Así, ante el asombro general, está saliendo a la luz cómo el gobierno del PP ha utilizado de manera ilícita y obscena el aparato judicial y policial contra adversarios de fuera (políticos catalanes o de Podemos) y de dentro del propio partido. Todavía más, en el contexto de venganzas de los imputados, se publican revelaciones que muestran la más que estrecha relación entre la corrupción económica, las mafias parapoliciales, la guerra sucia política (mentiras, falsificaciones documentales, persecución fiscal, chantajes), la familia real, los medios de comunicación y las grandes empresas (constructoras, banca...). ¡Todo el sistema de dominación del capitalismo en España se muestra como una gran cloaca!

La crisis de representación política directa de la burguesía

La necesaria crisis del PP, a causa de la gravedad y generalización de las condenas judiciales, ha ido de la mano de la agravación de las tensiones con la burguesía catalana. Esta ha mostrado la misma naturaleza corrupta en su gestión territorial y durante 40 años ha sido una muleta habitual de los gobiernos de Madrid (mediante la vieja CiU, exactamente igual que la burguesía vasca con el PNV). Pero en los últimos años se ha dado un juego dialéctico donde cada cual desviaba la atención hacia un «mal» exterior. En España la burguesía preparaba a Ciudadanos para sustituir al PP y el gobierno acumulaba provocaciones contra Cataluña. Simultáneamente, en Cataluña, CiU se rompía y rebautizaba varias veces, ERC se reforzaba y la burguesía local encontraba cerradas las vías habituales de negociación, hasta verse obligada a ir mucho más lejos de lo que nunca hubiera deseado, para no perder la cabecera de la creciente indignación de masas frente el centralismo «españolizador». El gran engaño del «procés», que resultó no tener más contenido que envíar inútilmente a las masas contra la pared del estado monárquico, más la desproporcionada represión estatal, organizada en base a montajes policiales y judiciales, son el otro elemento clave de la crisis política actual en el interior de la burguesía española.

La casi segura emergencia electoral de Vox, en este contexto, divide más todavía las filas electorales de la burguesía, pero a cambio introduce un fortísimo tirón hacia la derecha a los gemelos PP-Ciudadanos. Vox es un partido de extrema derecha con un discurso de guerra civil, orgulloso de la defensa abierta de los intereses de los ricos y de las «soluciones» franquistas a todos los problemas presentes y futuros, incluida la ilegalización de las organizaciones marxistas o que no respeten la «sagrada unidad de España». Militantemente xenófobo, machista y homófobo, ha pasado a encabezar la vieja caverna nacional-catolicista, que hasta ahora actuaba discretamente desde el interior del PP, del ejército, de los cuerpos policiales, la judicatura o la iglesia católica. La aparición de Vox, con el apoyo de una parte significativa del electorado, es fruto de la incapacidad de la burguesía española de salir de la putrefacción política alcanzada con el PP. Ante la parálisis del PP-Ciudadanos, Vox se presenta ya como la fuente ideológica de la que bebe todo el «trifachito», como tan claramente está viéndose en la campaña electoral. Sin complejos sociales ni democráticos, Vox marca a todos el viejo camino del «Imperio hacia Dios».

La clase obrera sin auténtica representación política para defender sus intereses

Las condiciones de vida de la clase trabajadora han empeorado sustancialmente las últimas décadas. El paro crónico, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, la amenaza permanente contra las pensiones, la precarización generalizada del trabajo, la vivienda digna a precios imposibles, los desahucios, la sobreexplotación de los migrantes, la pobreza feminizada, son nuestro pan de cada día.

Un gobierno tras otro han legislado en todas las direcciones contra nosotros. Desde 1984, con Felipe González (PSOE), hasta 2012 con Rajoy (PP), las reformas laborales han retirado derechos y garantías frente a los patronos, y rebajado todas las coberturas económicas en caso de despido y de paro. Las condiciones de acceso a las pensiones y su cálculo fueron gravemente atacadas, primero en 2011 por el pensionazo del gobierno Zapatero (PSOE) y después por el decreto de 2013 de Rajoy, que las desindexó del IPC. El acceso a la enseñanza universitaria se ha convertido en un lujo para los hijos de las familias trabajadoras desde la reforma del proceso Bolonia (Zapatero, 2008), mientras la financiación de la enseñanza privada (los conciertos de la LODE de Felipe González) se ha multiplicado hasta el delirio de incluir los centros más elitistas del Opus y compañía. La sanidad pública ha sufrido recortes, privatizaciones y axfisia presupuestaria, mientras había consenso para dedicar cantidades ingentes de dinero público para salvar la banca privada.

Los ataques a nuestras condiciones de existencia han ido de la mano del refuerzo legislativo y efectivo de la represión de la protesta social. La última modificación del Código Penal y la Ley Mordaza del gobierno Rajoy ha llenado los juzgados y las prisiones de participantes en piquetes de huelga, de manifestantes, de humoristas y cantantes o de simples blogueros. Las multas administrativas se multiplican, como en tiempos de Franco.

En todo este tiempo, las direcciones de las grandes federaciones sindicales (CCOO y UGT) han «dormitado» (cobrando, eso sí) entre almohadas de pactos sociales con el gobierno de turno. Por su parte, el PSOE y la medio zombi IU , donde se esconden los defensores del histórico «timo moscovita», se han limitado a protestas parlamentarías y a respetar la continuidad cuando han alcanzado el gobierno de España o de alguna autonomía. Los diez meses de gobierno de Pedro Sánchez son un ejemplo más de esto: ningún problema importante ha sido encarado, nada se ha hecho, más allá de los pequeños decretos de los últimos días, pura propaganda electoral.

Podemos, que nació fundamentalmente como conscuencia de esta ausencia de representación política de los intereses de la clase obrera, ha pasado de los primeros radicalismos a ser una nueva versión de IU, mucho más caudillista y menos democrática, cuyo objetivo es gobernar con el PSOE y empujarlo a hacer reformitas, mientras respetan y gestionan todo el sistema de explotación y opresión del capital.

Todos los partidos que dicen defender los intereses de los trabajadores han entrado en el juego de la dominación de clase, limitándose a pedir migajas al amo. La clase obrera ya los ha probado de sobra y no puede esperar nada de ellos.

En las elecciones, hay que enfrentar a la burguesía, con los instrumentos que hay...

Las elecciones parlamentarias son un terreno muy deformado de la lucha de clases y especialmente desfavorable para los trabajadores. El estado es una máquina burocrática creada por la burguesía para asegurar la explotación del proletariado e impedir su liberación. En las elecciones simplemente nos dejan elegir quién gestionará esta función.

Las grandes batallas de clase no se ganan en el parlamento sino en la calle, como bien saben, por ejemplo, los pensionistas que hicieron retirar al gobierno de Rajoy la congelación de las pensiones.

Los partidos «de izquierda» como el PSOE, Podemos, Compromís, Bildu y otros nos quieren hacer creer que pueden convertir el estado en herramienta de mejora de nuestras condiciones de vida, pero están comprometidos con la perpetuación del orden capitalista que permanentemente ataca todas nuestras conquistas. ¿Dónde están las propuestas que dirijan hacia el socialismo, en sus programas? Estos partidos de «la izquierda del capital» son los colaboradores de la burguesía y es peligroso hacerse ilusiones en otro sentido.

Sin embargo, las elecciones del 28 de abril pueden y tienen que ser utilizadas para hacer frente a la clase enemiga. Y si bien no podemos esperar ganar mucho – porque ningún partido está dispuesto de verdad a defendernos – sí podemos perder mucho si el resultado permite gobernar libremente a los partidos de la burguesía de cualquiera de sus dos ramas: la «democrática» (PNV-EA, PdeCat-ERC...) o la «trifachita» (PP-Ciudadanos-Vox). Esto la alentaría en sus proyectos de feroz política antiobrera y represiva y repercutiría en más desmoralización de la que ya ha sembrado la sumisión política del PSOE-IU-Podemos.

Con conciencia de que nada se resuelve con unas elecciones y de que nuestras reivindicaciones tienen que ser defendidas con nuestras propias manos, hay que votar contra la burguesía al partido que se considere más útil para concentrar la fuerza de nuestra clase en este terreno y ocasión.

...pero hay que ponerse a construir ya el instrumento necesario para nuestra liberación definitiva

Y, sea el que fuere el resultado, encarar activamente la conclusión que se impone: tenemos que reorganizarnos sobre nuevas bases políticas para escapar del bucle que nos anuda a este sistema económico y social (capitalismo) que se pudre devorándonos. Somos la clase social mayoritaria y nuestra única esperanza está en construir un nuevo partido obrero revolucionario, que forme parte de una internacional obrera revolucionaria y cuyo objetivo sea el establecimiento de un gobierno obrero, basado en consejos obreros elegidos y revocables, en la vía de la desaparición definitiva de todas las clases, toda explotación y opresión, de la construcción del socialismo.

¡Por la solidaridad obrera!

Por la autoorganización de las trabajadoras y trabajadores en las fábricas, las empresas, los barrios, los pueblos, para defender nuestros intereses, para expropiar a los que nos expropían.

¡Por un gobierno obrero!

Por la revolución social

¡Por el socialismo!