Presentación

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Internaciema Kolektivista Cirklo (IKC) es un proyecto de grupo político formado con el objetivo de avanzar en la teoría y práctica de la construcción de una organización obrera revolucionaria que luche por acabar con la barbarie capitalista y alcanzar una sociedad sin clases y socialista. Defendemos un modelo social basado en la democracia obrera de los consejos obreros federados, en la solidaridad y el internacionalismo proletario, donde nunca vuelva a haber lugar para ninguna discriminación por razones económicas, de sexo o de orientación sexual, etnia, cultura, o de otro tipo. En este proyecto tiene una relevancia esencial la construcción de una organización obrera revolucionaria internacional.

Las concepciones políticas que adoptamos están basadas tanto en el análisis materialista, dialéctico y científico de la realidad social como en las experiencias históricas revolucionarias del proletariado, es decir, en el marxismo. Por tanto, no creemos en ninguna ortodoxia obligatoria y sí en la riqueza del pensamiento racional y libre que crece y se enriquece con el debate democrático entre iguales para encontrar una comprensión común de la realidad y la unidad de acción para transformarla.

El debate entre iguales, para ser eficaz, exige el esfuerzo permanente, colectivo e individual del trabajo de formación de los miembros de la organización.

A nivel programático global hemos encontrado que nos unen estas posiciones:

Proletariado y burguesía

La historia escrita de toda la sociedad hasta ahora es la historia de la lucha de clases antagónicas. Esta lucha de clases no ha sido abolida por el capitalismo. En la actual fase imperialista del capitalismo, los antagonismos de clase se han simplificado en dos grandes campos enemigos, el proletariado y la burguesía: la burguesía tiene la propiedad de los medios de producción, distribución y riqueza acumulada muerta de toda la sociedad; la otra clase, el proletariado, únicamente posee su fuerza de trabajo, imprescindible para que esta riqueza viva, se renueve y se amplíe.

Por lo tanto, la única clase social que puede derribar el capitalismo es el proletariado. Éste está constituido sociológicamente por los trabajadores que no son propietarios de los medios de producción, los parados y los pensionistas. La burguesía y el proletariado se enfrentan en una lucha de clases constante.

Las clases intermedias, ya sean la pequeña burguesía tradicional en regresión (tenderos, artesanos, pequeños agricultores..) o la nueva pequeña burguesía (profesionales autónomos, directivos asalariados de la jerarquía empresarial...) son el apoyo social de la burguesía. Sin embargo, como sus intereses no son idénticos a los de la clase dominante, en determinadas ocasiones llegan a protagonizar enfrentamientos. La clase obrera tiene que saber aprovechar estos enfrentamientos – cuando son progresivos- para arrastrar detrás suyo a esta masa social o al menos neutralizarla.

En caso contrario, durante el desarrollo de las crisis políticas, económicas y sociales, estas capas son la cantera social (junto a los desclasados) de los movimientos fascistas que crea la burguesía con el objetivo de destruir todo tipo de organización obrera y de libertades democráticas en general.

Clase y partido

La conciencia de explotación es necesaria para que el proletariado pase a ser protagonista del cambio social. La lucha de clases, la organización y la conciencia de clase son tres elementos inseparables que se alimentan unos a los otros y ponen a la clase obrera en condiciones de liderar la construcción de una nueva sociedad.

El capitalismo sólo lo puede cambiar un movimiento social profundo: el proletariado triunfante convertido en clase dirigente del proceso de desaparición de las clases. Por la experiencia, la reflexión y la teoría, sabemos que la existencia de organizaciones políticas revolucionarias con planteamientos estratégicos y tácticos claros, trabajando en el seno de las organizaciones de masas de la clase (sindicatos y consejos obreros, genéricamente hablando), son decisivas en la lucha por el cambio social. Un partido no puede sustituir a la clase; pero la clase no puede enfrentar una tarea tan consciente, individual y colectivamente, sin partidos u organizaciones revolucionarias. Estas deben aportar inteligencia colectiva a la hora de analizar la realidad sociopolítica, de establecer el programa de lucha y las posiciones políticas, de aprender a la experiencia propia e histórica y dirigir las luchas parciales hacia el objetivo final de la toma del poder por el proletariado.

Los partidos y las organizaciones de clase deben tener una estructura y unos valores que configuren y anuncien los de la sociedad que queremos, pero deben capacitarnos para responder a las necesidades concretas de la evolución particular de cada clase obrera y del estado burgués. El partido revolucionario no es la sociedad futura, es la herramienta de lucha contra la burguesía y su estado, ahora y aquí.

Estado

El estado capitalista es el producto de la evolución de las anteriores formas de estado que protegían a la sociedad de clases: el estado esclavista y el feudal. El estado aparece con la sociedad de clases, producto de la diferenciación social en el seno del comunismo primitivo. El estado capitalista o simplemente el estado actual es la organización que la burguesía tiene para garantizar que la sociedad funcione en su beneficio. La burguesía controla el poder legislativo que genera las leyes, el poder ejecutivo que gestiona los recursos y la represión y el poder judicial que reprime lo que unos y otros deciden que son infracciones. Todo eso bajo la disfraz de buscar el bienestar de toda la sociedad.

El monopolio de la violencia es la esencia del estado. Los instrumentos últimos que garantizan el mantenimiento del orden burgués y los privilegios de la clase dominante son el cuerpos represivos (policías y asimilados) y el ejército. La sociedad que queremos crear hará desaparecer -junto en las clases sociales- esta estructura opresiva, liberando a la administración de los asuntos públicos de su carácter de herramienta de dominación de una clase sobre otra.

La perspectiva general de la futura sociedad que queremos construir

Un socialismo basado en la democracia obrera, en los consejos obreros elegidos y revocables en cualquier momento. Una república mundial de consejos obreros que será todo el contrario del monstruo de las dictaduras nacionales estalinistas y populistas que han ensuciado el nombre del socialismo a lo largo de todo el siglo XX y XXI.

Democracia obrera consejista

La democracia obrera consejista que contemplamos como proyecto social deberá tener una estructura interna verdaderamente democrática. Deberá estar dotada de libertad de expresión, de crítica, de tendencias, partidos, etc., para el proletariado y los otros trabajadores, al tiempo que mantendrá la unidad de acción entre sus partes, especialmente necesaria a nivel económico y en la lucha por defenderse de las clases enemigas. Nos reclamamos principalmente de las experiencias históricas de la Comuna de París (1871), del poder de los soviets de la revolución rusa (1917) y del poder de los comités de la situación revolucionaria en el estado español (1936).

Colectivismo

Colectivismo es el nombre que nuestros abuelos – en gran parte del estado español - le dieron a la gestión colectiva, bajo un régimen de democracia obrera, de las tierras, fábricas y todo tipo de empresas expropiadas a la burguesía durante el proceso revolucionario de 1936-37.

Para nosotros, el colectivismo, en un sentido amplio, es una estructura politicosocial basada en el poder de los consejos obreros federados, que establecen las leyes y las decisiones de gobierno en base a la democracia obrera y dotado de un sistema de planificación y distribución económicas.

La palabra colectivismo, en sentido estricto, designa una propuesta de nueva organización de la producción que asegurará el funcionamiento económico de la sociedad sobre la base de la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción. Funcionará mediante entidades de trabajo dirigidas por los mismo trabajadores y establecerá democráticamente una planificación económica y estratégica para satisfacer las auténticas necesidades de la población.

Un sistema que incluirá formas de distribución de los productos y servicios que irán desde la gratuidad hasta la valoración a través de la hora de trabajo medio y conducirá la sociedad progresivamente hacia el genuino comunismo, donde cada uno aporte según sus posibilidades y reciba según sus necesidades.

El colectivismo es, pues, otra manera de llamar el socialismo, que tiene el ventaja de evitar confusiones con las corrientes reformistas adaptadas al capitalismo (socialdemocracia, estalinismo y todas sus variantes).

Internacionalismo

Nuestro objetivo político, social y económico es universal, como lo es el proletariado y el capitalismo mismo. Afirmamos el principio de la unidad y solidaridad del proletariado por encima de todas las fronteras y de los intereses de cualquier fracción de la burguesía de cualquier país. En consecuencia, defendemos la necesidad de la organización revolucionaría internacional que prepare las condiciones necesarias para coordinar y dirigir la revolución a escala mundial.

Nos reclamamos herederos de las adquisiciones teóricas y la experiencia revolucionaria de las internacionales obreras antes de su desaparición (la primera) o degeneración (todas las demás).

Por esa razón, un eje fundamental de nuestro programa internacionalista es a lucha contra todas las intervenciones y guerras imperialistas, muy especialmente contra las que nuestra propia burguesía dirige o en las que colabora. Frente a la rapiña capitalista, que no conoce fronteras, nosotros queremos recuperar la vieja consigna «Proletarios de todos el países, uníos».

Nuestro internacionalismo nos impulsa también a incorporar a nuestro programa la defensa de una lengua internacional neutra (de momento, el Esperanto) y potenciarla en todos los agrupamientos locales, nacionales e internacionales.

Naciones y nacionalismo

Las naciones son un producto de la evolución histórica. En el capitalismo han sido la base para fundar estados, entidades de poder de la clase capitalista autóctona. Estos estados han oprimido y oprimen naciones subyugadas o vecinas. La lucha contra esta opresión tiene un aspecto muy problemático para los proletariados de la nación opresora y oprimida, porque los puede enfrentar y dividir. Por tanto hay que enmarcar cuidadosamente esta lucha contra la opresión nacional con un planteamiento general de internacionalismo proletario y de independencia de clase respeto a ambas burguesías.

El nacionalismo es particularmente nocivo en las naciones opresoras que lo utilizan para dar un planteamiento interclasista a su lucha expansionista, depredadora y defensora de privilegios. Pero también es especialmente engañoso y contrario a los intereses proletarios el nacionalismo de la nación oprimida, ideología con que la burguesía trata de establecer un frente interclasista, que siempre acaba beneficiando los objetivos políticos de la burguesía de la nación subyugada o de la nación dominante, o de ambas, pero nunca del proletariado ni del resto de las clases trabajadoras.

Independencia de clase

Las experiencias históricas demuestran que todos los planteamientos interclasistas a cualquier nivel llevan a la renuncia de los objetivos propios de la clase obrera y, como consecuencia, al mantenimiento del orden burgués. La clase que debe hacer la revolución y construir la nueva sociedad es el proletariado arrastrando detrás suyo a las otras clases trabajadoras y sectores sociales oprimidos. No podemos olvidar nunca que la burguesía, por definición de su posición económica y social, es siempre el enemigo del proletariado. En las cuestiones generales que pueden afectar a «toda a la sociedad» (por ejemplo, la opresión de las culturas nacionales, de las mujeres, el racismo, la destrucción del planeta...) hay siempre dos respuestas diferenciadas de clase y son antagónicas.

La independencia de clase tiene como complemento necesario la defensa de la independencia de todas las organizaciones obreras en relación al estado o a cualquier entidad ligada a los intereses del capital, incluidas especialmente las instituciones religiosas. En caso contrario, el movimiento es integrado en el estado burgués. A través de militantes relevantes, de las representaciones sindicales, de los cargos institucionales, de la financiación, de la propia ideología, etc., la burguesía recupera los movimientos e invalida las luchas.

La colaboración de clases y los frentes populares

Nosotros denunciamos y combatimos todas las políticas de colaboración de clases que practican las direcciones de los viejos aparatos reformistas (PSOE, EU, CCOO-UGT) o de los nuevos, que incluso se autocualifiquen de «anticapitalistas» (Podemos, CUP, Bildu). Esas políticas engañan a los trabajadores y paralizan la lucha con promesas de reformas compatibles con el capitalismo, que no solucionan los problemas y que son fácilmente recuperables por la burguesía.

Denunciamos especialmente todos los bloques del tipo «frente popular», que ligan las organizaciones «de izquierdas» con fracciones de la burguesía. Estos bloques someten esas organizaciones a los objetivos políticos y sociales de los aliados burgueses y las convierten en su «instrumento de masas», tal y como ha ocurrido con la CUP y toda «la izquierda independentista» durante el «procés» catalán.

La experiencia histórica internacional, como por ejemplo la España de 1936 y Chile de 1973, ha demostrado que durante las crisis revolucionarias, además, los frentes populares atacan los organismos de poder obrero (comités, cordones industriales), preparando la desorientación y la derrota del proletariado ante la reacción fascista.

Programa y praxis

Al nivel del programa de intervención, creemos que la actuación de un grupo en su medio propio e inmediato (el territorio del estado burgués al que se enfronta) viene condicionada por las circunstancias locales e históricas concretas. La praxis correcta de una organización política proletaria debe partir del análisis dialéctico de esas circunstancias (económicas, políticas, sociales, lucha y relaciones entre las clases, etc.). identificando las fuerzas sociales en presencia y el marco de referencia universal de la lucha de clases.

Establecido ese análisis, el programa integrará propuestas locales, nacionales i estatales coherentes que, partiendo de la conciencia y las necesidades actuales de la clase obrera, ayuden a las masas a encontrar el camino entre sus reivindicaciones y el programa de la revolución socialista que deberá ejecutar cuando conquiste el poder.

Una vertiente muy importante de nuestro trabajo es, por lo tanto, la más amplia difusión de nuestros análisis y propuestas, para dar al proletariado elementos de comprensión de la realidad social e histórica y poder actuar sobre ella.

Las líneas básicas de esas propuestas incluirán:

el reparto del trabajo mediante la reducción de jornada sin merma salarial, hasta la desaparición del paro; la expropiación bajo control obrero de los elementos estratégicos del funcionamiento de la economía capitalista;

la defensa y ampliación de la sanidad i educación universales, públicas y gratuitas, la laicidad absoluta del estado, la sanidad y la enseñanza, el fin de la financiación pública directa o indirecta a las religiones;

la eliminación de toda la legislación represiva y de limitación de los derechos democráticos de los trabajadores y los pueblos, la igualdad de derechos para todos los trabajadores y trabajadoras, incluidos específicamente los migrantes con papeles o sin ellos, la finalización de la discriminación salarial, laboral y social de las mujeres trabajadoras, las personas migrantes y cualquier minoría que la sufra;

la garantía de vivienda digna para todas las personas trabajadoras; la disolución de los cuerpos represivos i del ejército burgueses, la organización de la autodefensa de la clase obrera i los oprimidos.

Nuestra praxis programática defenderá medios de lucha y organización que aumenten el control democrático de la clase sobre su propio movimiento y le sirvan para contrarrestar la acción de las organizaciones burguesas o los aparatos políticos y sindicales cómplices de éstas, que constantemente la engañan, dividen y paralizan.

Esos medios, son fundamentalmente: la potenciación preferente de la organización de las luchas desde las asambleas soberanas de todos los trabajadores y trabajadoras, que elijan delegados revocables para controlar todas las negociaciones y desmontar el imperio de las burocracias reaccionarias sindicales; comités de fábrica unitarios que ejerzan el control obrero; la coordinación internacional de las luchas; el apoyo a las iniciativas colectivistas, etc.

En resumen, estamos comprometidos en la construcción de una nueva organización revolucionaria donde la unión de la teoría y la práctica nos permitirá elaborar un programa de acción nacional e internacional.

Declaración fundacional de IKC

Febrero 2018-mayo 2019

Note

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