Kurdistán: Perspectivas comunistas internacionalistas en relación al 12º Congreso del PKK

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El llamamiento estratégico de Bahçeli y el nuevo golpe

El llamamiento de Devlet Bahçeli [dirigente del MHP, partido nacionalista aliado del gobernante Partido de Justicia y Desarrollo (AKP)] del 22 de octubre de 2023 —«El PKK debe deponer las armas, Öcalan [líder del PKK encarcelado] debe hacer un llamamiento, el HDP [nombre del partido prokurdo en aquel entonces ] debe politizarse»— debe entenderse no solo como un discurso político, sino también como un preludio que muestra claramente la nueva tendencia estratégica del régimen. Este llamamiento de Bahçeli fue, por un lado, una respuesta a la crisis económica, política y diplomática en la que está envuelto el régimen de Erdoğan y, por otro, la declaración de un escenario controlado para allanar el camino a un proceso de «normalización» con el movimiento kurdo.

Desde la perspectiva del régimen del AKP-MHP, el agravamiento de la crisis económica interna y los problemas de negociación externos, como la adhesión de Suecia a la OTAN, así como el bloqueo regional (por ejemplo, las discusiones sobre el estatus de Rojava ), obligaron a buscar margen de maniobra. Fue en este contexto que Bahçeli hizo un llamamiento a "liquidar" el brazo armado del movimiento kurdo e incluirlo en el sistema, creando así un clima de "paz" internamente y ganando influencia externa. Es evidente que este llamamiento no fue realizado de manera independiente por una u otra de las facciones dentro del Estado, sino que se concretó tras un acuerdo entre el Consejo de Seguridad Nacional y el Palacio Presidencial.

De hecho, esta tendencia es resultado del estancamiento que ha experimentado el régimen de Erdoğan en su gestión de la seguridad de la cuestión kurda. El régimen, que intentó aplastar al movimiento kurdo después de 2015 mediante guerras de trincheras y una política de represión integral, no logró su objetivo, pero el movimiento kurdo tampoco pudo mantener su antigua importancia. Este estancamiento, desde la perspectiva del régimen, ha transformado una vez más el problema kurdo en un tema no de "solución", sino de "gestión".

La puerta que se abrió con el llamado de Bahçeli está formalmente destinada al PKK y a Öcalan pero, en realidad, es producto de las necesidades internas del sistema. Con esta maniobra, el régimen pretende convertir a Öcalan en una figura que pueda ser puesta sobre el terreno, transformar al PKK en un "elemento democrático" desarmado y controlado, y organizar la política legal según criterios restauracionistas a través del HDP/DEM. Por lo tanto, la cuestión no es buscar una solución, sino estructurar un proceso de rendición.

Las decisiones de disolver y detener la lucha armada que el PKK difundió en el texto de las conclusiones de su congreso son precisamente una respuesta a este llamamiento y a esta estrategia. No es casualidad que la "disolución organizativa" se haya convertido en tema de debate incluso antes de que transcurrieran siete meses desde el llamamiento, y que se haya cerrado un período coherente con el discurso de una "solución democrática pacífica". Pero lo que se ha cerrado no es solo un período, sino una línea, una estrategia e incluso una postura de clase.

La decisión de disolver el PKK: la oficialización del proceso de liquidación

Las decisiones de disolver y cesar la lucha armada declaradas en el 12º Congreso del PKK constituyen uno de los momentos más críticos en la historia del movimiento kurdo. Estas decisiones expresan no solo el fin de la organización, sino también el de un período, una línea estratégica y una forma de lucha. Sin embargo, estas decisiones no fueron instantáneas ni inesperadas. La liquidación del PKK se construyó paso a paso durante muchos años y se extendió a lo largo de un largo proceso político e ideológico. El proceso de resolución de los años 2013-2015, la experiencia de Rojava, la institucionalización del HDP y la cristalización de la estrategia orientada a las elecciones son los hitos de este proceso. Pero la cuestión ya no es sentar las bases; ahora ha llegado al punto del anuncio final.

En la situación actual, la evolución histórica del PKK ha pasado del nacionalismo armado pequeñoburgués a una política de "identidad" conciliadora; ha retrocedido de una línea revolucionaria a una oposición dentro del orden establecido. No se trata solo de cambiar los medios de lucha. Con estas decisiones, el PKK no solo se despide de las armas; se aleja de todos los objetivos de la resolución histórica de la cuestión nacional kurda, como la independencia, la federación y la autodeterminación. A partir de ahora, ya no se aspira a un Estado kurdo, ni a una autonomía democrática, ni siquiera a la libre determinación del futuro nacional. En cambio, vemos que todo se convierte en reivindicaciones vagas como "la democratización de Turquía", "descentralización" o "democracia local" que puedan pactarse con el régimen. No se trata de una reestructuración estratégica; se trata, de hecho, de vaciar de contenido la reivindicación revolucionaria. El punto al que ha llegado el PKK hoy es la cúspide de un liquidacionismo histórico.

Esta decisión implica la integración en el sistema parlamentario de la lucha del pueblo kurdo – tejida históricamente con un alto coste - mediante maniobras organizativas. El aislamiento en Imralı [ la isla prisión donde se encuentra Öcalan] y la permanencia de Öcalan como líder absoluto se constituyen como garantías ideológicas del proceso; esta retirada se teoriza con conceptos como "modernidad democrática" y "sociedad democrática socialista". Sin embargo, este marco teórico vacía de contenido histórico el problema nacional y se desvincula por completo de la lucha de clases y la perspectiva del poder revolucionario. Lo que persiste son los objetivos de reformar el estado burgués, integrarse en los gobiernos locales y ser un actor de oposición dentro del orden burgués. Y esto no es una perspectiva de libertad para el pueblo kurdo, sino de integración en el sistema.

“Modernidad democrática”: una teoría de adaptación, no de lucha

El concepto de “modernidad democrática”, que constituye la base teórica de la decisión del PKK de cesar la lucha armada, no solo supone un cambio de rumbo ideológico, sino también una ruptura total con la perspectiva marxista. Este enfoque, plasmado en los escritos de Abdullah Öcalan en Imralı, se presenta como una “alternativa” a la lucha de clases, a la perspectiva del poder revolucionario y al socialismo. Sin embargo, “la modernidad democrática” es, en realidad, la reproducción ideológica de la conciliación con el Estado burgués, el reformismo y la liquidación de la política revolucionaria.

Desde la década del 2000, Öcalan ha argumentado que ha superado el marxismo, declarando que el Estado no es una institución compatible con la libertad y proponiendo en su lugar una estructura confederal sin centro. Estas posturas se sustentan en las tesis de Murray Bookchin sobre la democracia radical y el comunalismo. No debe olvidarse que las posturas de Bookchin se limitan a una utopía liberal basada en la descentralización, que no pretende derrocar el Estado burgués ni las relaciones de propiedad. No se trata de una ruptura revolucionaria, sino de una estrategia basada en la adaptación a los mecanismos constantes del Estado capitalista. Öcalan considera al Estado como un elemento del mal absoluto, pero solo para los kurdos. No le preocupa la existencia de estados colonos; por el contrario, defiende la utopía reaccionaria de querer democratizarlos.

La posición del PKK, basada en el “confederalismo democrático”, es una extensión de esta línea. Se eliminan las divisiones de clase, se deja de lado la propiedad de los medios de producción y las relaciones con la clase dominante, y la emancipación de los pueblos se limita a reivindicaciones como el “reconocimiento de la identidad” y la “autogobierno local”. Así, la lucha del pueblo kurdo por la libertad se desvincula del objetivo de una sociedad sin clases y libre de explotación, así como de la lucha revolucionaria antiimperialista, y se limita a la política identitaria y al reformismo local. Este repliegue teórico es, al mismo tiempo, la justificación ideológica del liquidacionismo práctico.

La afirmación de Öcalan de haber "superado" el marxismo demuestra, en realidad, que ha abandonado el materialismo histórico y ha sustituido la lucha de clases por una representación de la “sociedad moral-política” universal. Sin embargo, hay una realidad que Öcalan no ha logrado superar: el capitalismo y su expresión concreta en el Estado capitalista turco. En la situación actual del PKK, la búsqueda de la conciliación con el Estado, la integración en sus estructuras institucionales y la “transformación democrática”, evitando la lucha de clases, es precisamente el resultado de esta hegemonía ideológica. Lo que se promete al pueblo kurdo no es revolución ni libertad, sino reformas y adaptación.

La modernidad democrática, en este sentido, no es una teoría de lucha, sino de rendición. Como toda alternativa que se ha distanciado del programa revolucionario de la clase obrera, del movimiento clasista que busca desmantelar los aparatos represivos del Estado, este modelo también está condenado a disolverse en el marco del sistema capitalista. La verdadera solución reside en el socialismo internacionalista, que une la libertad de los pueblos con el poder revolucionario de la clase obrera. El marxismo no es solo una teoría; es la ciencia de la lucha de clases que se desarrolla a escala global, y el objetivo no es superarla, sino realizar la revolución.

Entre la modernidad democrática y el liquidacionismo: ¿superación del marxismo o liquidación de la lucha nacional?

Las decisiones tomadas en el XII Congreso del PKK representan no solo un cambio organizativo o una actualización en la forma de combatir, sino también la liquidación de la lucha nacional kurda a nivel ideológico, estratégico y programático. Estas decisiones, anunciadas con frases como "la disolución de la estructura organizativa del PKK y el cese de la lucha armada", marcan un punto de inflexión en la liquidación de todos los logros históricos y revolucionarios de la lucha nacional. Significan abandonar todo horizonte político para la resolución del problema nacional kurdo, como la independencia o la autodeterminación. Significan una conciliación ideológica y política con la opresión existente. Una maniobra de purga destinada a conseguir la conciliación entre las clases y la paz con el Estado, dentro de una crisis revolucionaria.

La línea ideológica del PKK se ha basado durante mucho tiempo en un imaginario posmoderno del socialismo, descrito por Abdullah Öcalan en un marco teórico que rechaza el análisis de clase marxista, el materialismo histórico y la perspectiva del poder revolucionario; en cambio, propone una transformación centrada en el pluralismo cultural, la descentralización y la sociedad civil. Öcalan ha afirmado durante años haber trascendido el marxismo. Pero la realidad desmiente esta afirmación: Öcalan puede haber trascendido el marxismo, pero no ha logrado trascender el capitalismo, el orden mundial imperialista ni la hegemonía ideológica del Estado colonialista-capitalista turco. Al contrario, se ha convertido en la expresión teórica de la conciliación con estas estructuras.

Este enfoque no es adecuado para un pueblo oprimido, y mucho menos para un pueblo sometido a las políticas directas de negación y destrucción de un estado colonizador. Si no hay una ruptura revolucionaria ni la perspectiva de tomar el poder, el supuesto objetivo de “construir una sociedad democrática” se reducirá a reformas dentro del orden capitalista, al fetichismo de la gestión local y la representación identitaria. En realidad, esto ya no es una lucha, sino una retirada; no es una revolución, sino una sumisión.

Estas teorías posmodernas desarman tanto la lucha de clases como el derecho a la liberación de un pueblo colonizado. Todas las reivindicaciones históricas del pueblo kurdo por la independencia, el derecho a la autodeterminación, la unificación nacional y la construcción del Estado se ven invalidadas por la retórica del "confederalismo". Esto, en términos marxistas, no es liquidacionismo; más bien es un desarme ideológico en el camino hacia la integración en el Estado colonizador.

Por esta razón, las decisiones tomadas en el XII Congreso del PKK documentan no solo la transformación de una organización, sino también el proceso de liquidación de un movimiento revolucionario. El reformismo, el conciliacionismo y los sueños de liberación nacional en el marco de una ideología posmoderna no solo engañarán a las masas, sino que las condenarán a la servidumbre ideológica bajo la hegemonía del estado colonial.

Para los marxistas, estos acontecimientos son una advertencia: la liberación nacional solo es posible bajo la dirección revolucionaria de la clase obrera, la independencia de clase y la perspectiva del poder socialista. Cualquier desviación reformista y confusión teórica llevará la lucha de los pueblos oprimidos a apoyar el orden burgués. El punto al que ha llegado hoy el PKK es el ejemplo más claro y concreto de ello.

Perspectiva de clase para resolver el problema kurdo: ¿Cuál debería ser el camino revolucionario?

Hay que abordar el tema desde una perspectiva marxista: la única vía realista para resolver la cuestión nacional es una revolución unida bajo la dirección revolucionaria de la clase obrera.

El problema nacional kurdo está directamente vinculado al desarrollo capitalista de Turquía, a la configuración del Estado burgués y a su integración en el sistema imperialista. Por lo tanto, la resolución del problema nacional debe considerarse no desde un marco estrictamente nacional, sino desde una perspectiva de clase. Mientras la opresión nacional siga siendo una herramienta de la dominación de la clase burguesa, la igualdad nacional solo será posible mediante la lucha contra esta dominación.

La lucha común de la clase obrera de Turquía y el Kurdistán ofrece un camino contra la opresión nacional y la explotación de clase. Esta lucha debe construirse en torno a un programa socialista revolucionario que:

reconocerá el derecho del pueblo kurdo a la autodeterminación y defenderá este derecho hasta el final,

construirá en la práctica la unidad de los trabajadores pobres kurdos y la clase obrera turca,

tendrá como objetivo la organización política de los trabajadores de todas las naciones independientemente de la burguesía y su Estado,

buscará trascender el capitalismo y las fronteras de los estados nacionales.

Hoy en día, el PKK no encarna esta línea. Por eso es imperativo que los marxistas revolucionarios llenen el vacío que ha dejado. Esto no es solo una tarea teórica, sino una cuestión de intervención política concreta.

En un contexto en el que el PKK se encuentra ideológicamente desarmado, abandona sus reivindicaciones nacionales, se desvincula de la lucha de clases y se inclina hacia una línea reformista, los socialistas revolucionarios son responsables de reubicar la lucha de liberación del pueblo kurdo en un terreno clasista e internacionalista. La construcción de este terreno será posible mediante la unificación de la lucha de la clase obrera en el oeste de Turquía con el anhelo de liberación nacional en el Kurdistán, sobre una base revolucionaria.

Para ello, no se necesitan los caprichos de la "modernidad democrática" ni el pacifismo de la sociedad civil, sino una política de clase revolucionaria. La construcción de un partido comunista internacionalista constituye la base organizativa de esta política. La verdadera solución a la cuestión kurda es posible con el objetivo de una federación socialista bajo esta dirección revolucionaria e independiente de la clase obrera.

Posicionamiento revolucionario en el nuevo proceso: las tareas de los marxistas

Esta crisis histórica del movimiento kurdo está acompañada por las tendencias seguidistas de la “izquierda” turca. Hoy en día, la mayoría de los grupos socialistas, sumidos en el reformismo, o bien siguen la línea de "democracia radical" del PKK o bien se acercan a ella desde una distancia crítica y mantienen, en esencia, una postura no clasista similar.

El deseo de libertad del pueblo kurdo es real y legítimo. Sin embargo, este deseo se ve sofocado por conceptos reformistas vacíos como "república democrática", "democracia local" y "proceso de paz", y se vuelve ineficaz por el lenguaje de la ideología burguesa. Hoy, el único camino que puede llevar a los trabajadores kurdos a la liberación solo puede expresarse en una estrategia revolucionaria que unifique su fuerza de clase y su ira con la clase obrera turca y la dirija contra el capitalismo.

Esta estrategia no puede ser un “proceso de paz”, sino un proceso revolucionario. Esta estrategia no puede consistir en parlamentos burgueses, sino en consejos obreros. Esta estrategia no consiste en la conciliación, sino en la revolución.

Hoy, la tarea de los marxistas revolucionarios no es posicionarse donde el PKK ha abandonado sus posiciones, sino avanzar mucho más. En lugar de un movimiento que retrocede, se autodestruye y se reconcilia con el capitalismo, es necesario impulsar una línea para la construcción de la organización revolucionaria de la clase obrera que avance y enfrente a la burguesía. La solución al problema kurdo no reside en la modernidad democrática, sino en la revolución socialista. Esta es también la única manera de romper el cerco ideológico que está reconstruyendo el estado capitalista turco bajo el nombre de "nueva solución".

La expectativa del Estado turco : ¿un nuevo proceso de paz a través del “Líder Apo”?

Las decisiones tomadas en el XII Congreso del PKK y los discursos posteriores corresponden a las expectativas del “nuevo proceso de solución” que el Estado turco lleva años imaginando. El hecho de que Abdullah Öcalan vuelva a estar en el centro de este proceso demuestra claramente cómo el régimen de Erdoğan-Bahçeli lo está instrumentalizando. Las invitaciones al Parlamento y a los partidos políticos tras el llamamiento de Bahçeli no fueron meramente simbólicas, sino también estratégicas.

El objetivo es despojar al movimiento kurdo de todas sus reivindicaciones y redefinirlo en torno a un proceso de "normalización" personalizado. Este esfuerzo responde al deseo de la burguesía turca de volver a sentar las bases de una mesa de negociación con el movimiento kurdo para superar la crisis de legitimidad interna y aliviar el estancamiento en política exterior. Mientras Erdoğan necesita una vez más una maniobra de "paz" para prolongar su poder, Bahçeli pretende combinar este proceso con un proceso de liquidación controlado. En cuanto a Öcalan, en esta nueva ecuación, se le instrumentaliza debido a su peso histórico personal. Pero lo decisivo es saber qué pretende resolver esta "solución": no busca satisfacer la demanda de libertad del pueblo kurdo, sino pacificar la dinámica de lucha; de ninguna manera busca la autodefensa militante del pueblo, sino un orden de silencio que posibilite la reconstrucción del Estado.

El camino hacia la liberación del Kurdistán pasa por la revolución permanente

El pueblo kurdo ha luchado durante décadas en nombre de la liberación nacional. Miles de pérdidas, millones de resistencias... En la etapa actual, existe la tentación de vaciar de contenido este logro histórico con ideologías posmodernas, alianzas no clasistas y sueños de soluciones dentro del orden burgués. Sin embargo, la verdadera solución reside en la línea de la revolución permanente en Kurdistán. Esta, si bien defiende incondicionalmente el derecho del pueblo kurdo a la autodeterminación, establece que este derecho se puede realizar solo de manos de la clase trabajadora y los campesinos pobres, no de la burguesía. La perspectiva obrera del poder en Kurdistán es la base no solo de la liberación nacional, sino también de la revolución socialista en la región. El camino hacia un Kurdistán libre no pasa por un Estado-nación capitalista, sino por la pertenencia a la Federación Socialista soviética de Oriente Medio. El futuro revolucionario unido del Kurdistán en Turquía, en Irán, en Irak y en Siria solo puede construirse mediante la lucha internacionalista contra el imperialismo y las dictaduras capitalistas regionales.

Así que la tarea es obvia:

el frente único de los trabajadores kurdos y turcos, para izar la bandera de los soviets socialistas de Oriente Medio.

y la construcción de un partido comunista internacionalista con la capacidad de dirección teórica y práctica para organizar este frente. Este partido, más allá del reformismo, la política identitaria y las soluciones dentro del orden capitalista, vinculará las reivindicaciones nacionales del pueblo kurdo con la lucha de la clase obrera por el poder socialista con un programa revolucionario de clase. Porque lo que se necesita hoy no es un proceso de paz, sino un proceso revolucionario.

La liberación del pueblo kurdo sólo es posible con la revolución permanente de los pueblos de la región.

La libertad del trabajador kurdo se escribirá junto con la del trabajador turco rompiendo sus cadenas.

¡O revolución permanente o sumisión permanente!

15 de mayo de 2025